Llegué
Es muy temprano todavía, y no quiero despertar a nadie acá abajo.
Ayer pasé una Odisea (realmente una Odisea) para llegar hasta acá. Primero me llegó una carta de la Abuelita de Ailín, que yo pensaba era una señora dulce y amable, pero no. Acostumbrada al viaje que después hicimos, la anciana se volvió una persona dura y amarga. Pero sirve para viajar con ella, seguro.
Después me llego un mapa de donde tenía que ir, así que empaqué mis cosas (una linterna, una soga, una Filcar, un paquete de galletitas de agua y un diario Olé de 1999) y salí a la aventura. Me olvidé una bufanda, espero que Nico me preste una.
Para llegar e instalarme en el Refugio cómodo y seguro, tuve que pasar por todas las incomodidades e inseguridades posibles.
Primero tuve que tomar la Línea C del subterráneo y bajarme en un lugar X de la vía (sí, en la vía, la abuelita les paga a los choferes del subte para que la dejen ahí) Entonces el primer riesgo: hay que pasar por donde vive el Minotopo (recuerdan?) Ahí pensé que lo mejor hubiese sido dejar ganar a la Niña Topo, quizá encontraba el amor de su vida.
Una vez vencido el Minotopo (prefiere las galletitas de agua a la carne humana) pasé por una puerta que daba a un río subterráneo (a esta altura no sabía donde estaba) y un bote me esperaba en una punta, con la abuelita arriba (¿Cómo llegó antes que yo?) Navegamos durante horas, y siempre remé yo. Remar es más dificil de lo que pensaba. Desde una de las costas, nos disparó una convención de ciegos de piel fría. Las ruinas de una civilización anterior me asustaron, porque me di cuenta que ese es el futuro de los que quedaron arriba.
Cuando bajamos del bote, la abuelita, que jamás me dijo su nombre, me vendó los ojos. Y me ató a un carrito minero. Me empujó por las vías, mientras las sirenas cantaban a los costados. Pero yo estaba atado, así que no podía detenerme o desviarme.
Cuadno llegué al límite de las vías, ahí estaba la abuelita. Otra vez, llegó primero que yo, lo que me hace pensar en que hay un camino más corto y más seguro. Me sacó las vendas, me desató y me empujó adentro. Cerró con doble llave. Acá estoy. Tengo hambre y Nico y Ailín duermen. Me voy a tirar a dormir acá en el piso. Hasta luego.
Ayer pasé una Odisea (realmente una Odisea) para llegar hasta acá. Primero me llegó una carta de la Abuelita de Ailín, que yo pensaba era una señora dulce y amable, pero no. Acostumbrada al viaje que después hicimos, la anciana se volvió una persona dura y amarga. Pero sirve para viajar con ella, seguro.
Después me llego un mapa de donde tenía que ir, así que empaqué mis cosas (una linterna, una soga, una Filcar, un paquete de galletitas de agua y un diario Olé de 1999) y salí a la aventura. Me olvidé una bufanda, espero que Nico me preste una.
Para llegar e instalarme en el Refugio cómodo y seguro, tuve que pasar por todas las incomodidades e inseguridades posibles.
Primero tuve que tomar la Línea C del subterráneo y bajarme en un lugar X de la vía (sí, en la vía, la abuelita les paga a los choferes del subte para que la dejen ahí) Entonces el primer riesgo: hay que pasar por donde vive el Minotopo (recuerdan?) Ahí pensé que lo mejor hubiese sido dejar ganar a la Niña Topo, quizá encontraba el amor de su vida.
Una vez vencido el Minotopo (prefiere las galletitas de agua a la carne humana) pasé por una puerta que daba a un río subterráneo (a esta altura no sabía donde estaba) y un bote me esperaba en una punta, con la abuelita arriba (¿Cómo llegó antes que yo?) Navegamos durante horas, y siempre remé yo. Remar es más dificil de lo que pensaba. Desde una de las costas, nos disparó una convención de ciegos de piel fría. Las ruinas de una civilización anterior me asustaron, porque me di cuenta que ese es el futuro de los que quedaron arriba.
Cuando bajamos del bote, la abuelita, que jamás me dijo su nombre, me vendó los ojos. Y me ató a un carrito minero. Me empujó por las vías, mientras las sirenas cantaban a los costados. Pero yo estaba atado, así que no podía detenerme o desviarme.
Cuadno llegué al límite de las vías, ahí estaba la abuelita. Otra vez, llegó primero que yo, lo que me hace pensar en que hay un camino más corto y más seguro. Me sacó las vendas, me desató y me empujó adentro. Cerró con doble llave. Acá estoy. Tengo hambre y Nico y Ailín duermen. Me voy a tirar a dormir acá en el piso. Hasta luego.
8 Comments:
Ahora que estamos todos despiertos y juntos, me entero de su viaje y debo decirle que, efectivamente, hay un camino más corto y seguro, pero mi abuelita es una jubilada aburrida y tiene pocas oportunidades como esa.
Podría haberse traido algunos víveres más, che.
Vengador, por como relato la historia, parece que en lugar de acceder a un refugio, ha sido tomado como prisionero de guerra.
Y si, podria haber llevado algunos viveres, sobretodo porque todavia aca arriba no se armo una guerra por la comida.
Saludos
Me alegra mucho que haya pensado en mi, señor vengador, pero le comento que el Sr. Minotopo y yo no estamos en los mejores términos. Si usted quiere saber, me debe mucha plata, así que si a la vuelta se lo cruza, por favor coménteselo, ya que hace ya tiempo que yo no puedo encontrarlo... como verán las cosas acá abajo tampoco están tan bien que digamos.
Atte.
La niña Topo
Por ahora si se porta bien no lo vamos a echar, después acordamos los detalles.
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