la luz al final del tunel (espero que no se trate de un tren que viene de frente)

Luego de largas jornadas de meticulosa observación en este inframundo, mezcladas con otras tantas largas siestas (haciéndome el que seguía observando)
Al fin comprendo que la señorita Ailin esta al borde de la “psicosis carcelaria” por los meses que lleva aquí confinada.

La veo hablar con arañas arengándolas a tejer pulloveres o habar con la nada creyendo que mantenía una charla con Nico o La niña topo.

Mi presencia en este bunker ha sido casi imperceptible para Ailin, como así también mis suplicas por tratar de que entre en razón, de decirle que hay un mundo allí afuera, y que si bien no es ideal, muchas veces vale la pena vivirlo.

Hoy la sentaré en cocina, la miraré profundamente a sus ojos, y en esa mirada le explicare que hay un lugar dentro nuestro que lleva la sociedad donde nacimos a cualquier lugar que vayamos, que de esos demonios internos no podemos refugiarnos. Que esta vida tarde o temprano la terminará desquiciando. Que es un retraimiento para sus aspiraciones de Discutidora Bizantina no saber que está pasando afuera.

Le explicaré que muchas veces en el exterior pareciera que cada integrante de la sociedad está viviendo en su refugio sin saber nada de su vecino.

Creo le diré todo esto pero de una manera sutil para que ella entienda por si misma los presentes razonamientos. Le dire todas es cosas en una frase condensada en que este implicado todo lo anterior

Le diré “Che, Ailin, ¿qué onda si salimos arafue?

Seguramente será un primer paso en una larga rehabilitación que deberemos hacer para readaptarla a la vida diaria. Casi es el laburo que se hace con un pingüinito empetrolado.